
Había un pequeño pueblo en la India donde, todos sus habitantes eran ciegos.

Un día, seis de los residentes del pueblo salieron a dar un paseo y en el camino se encontraron con un hombre montado en un elefante. Los seis hombres habían oído muchas historias sobre los elefantes pero nunca tuvieron la oportunidad de estar cerca de ellos. Su fuerte curiosidad los llevó a preguntar al dueño del elefante si podían tocar al animal para poder regresar al pueblo y explicar a todos los habitantes cuál es la apariencia real de un elefante.
Cuando el dueño aceptó, cada uno de los hombres se acercó a palpar una parte del animal para luego contar la historia a los miembros de su comunidad.
Una hora después, los seis hombres llegaron al pueblo y convocaron a todos los habitantes para que se acercaran a escuchar la increíble historia del elefante.
“¿Y…? ¿Cómo es un elefante?”, preguntó con curiosidad uno de los habitantes.
El primer hombre, que tocó el pecho del elefante respondió: “El elefante es como un enorme y fuerte muro…”
“Tonterías”, gritó el segundo hombre, que tocó el colmillo del elefante, “El elefante es pequeño y robusto, suave al tacto y con una extremo afilado, más parecido a una lanza que a un muro.”
El tercer hombre, que tocó la oreja del animal, respondió: “Ninguno de los dos está en lo cierto. El elefante es como una enorme hoja hecha de lana que se dobla con el viento.”
“¡Eso no es cierto!”, exclamó el cuatro hombre, que puso su mano sobre la trompa del animal, “Yo les aseguro que el elefante es como una serpiente gigante…”
“No, no, no”, respondió el quinto hombre, que tocó una de las piernas del animal, “¿No les quedó claro que el elefante es como una especie de poste corto y grueso?”
“Todos ustedes están equivocados”, contestó el sexto hombre, que montó el elefante por algunos minutos, “¡El animal es como una montaña movediza!”
Los habitantes del pueblo quedaron bastante confundidos con la historia y, hasta el día de hoy, ninguno sabe cómo es la apariencia real de un elefante.
Esto mismo sucede en la vida. Muchas veces, solo vemos una pequeña porción del paisaje pero insistimos en que eso es suficiente para formar nuestro juicio y opinión. Cuando discutimos con otras personas, la falta del resto de las porciones y nuestra convicción sobre la veracidad de la única porción que llegamos a observar pueden terminar generando enfrentamientos y dañando a otras personas. Recuerda que antes de opinar o juzgar una situación o persona, es necesario ver y sentir el paisaje completo, ya que la combinación de las porciones puede ser el camino hacia la verdad…
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Publicado por Andrés Cifuentes
Soy un andaluz (JAÉN)
Vivo en Madrid, una ciudad cosmopolita, centro de negocios, sede de la Administración pública.
Ojalá quien habla de nuestra incultura se acuerde de Séneca,
Columela, Maimónides, Averroes, Góngora, Bécquer, Alexandre, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Machado, Falla, Zambrano, Picasso, Velázquez, Murillo, Alberti, Carlos Cano, Gala, Luis Rojas Marcos, Sabina…
Ojalá se acuerden de que hablamos con acento andaluz abogados,
marineros, médicos, albañiles, arquitectos, investigadores de alto
nivel, camareros, taxistas, prostitutas, jueces, enfermeras,
empresarios, policías, obreros, agricultores; se acuerden de millones de personas que se parten los cuernos cada día, desde Ayamonte hasta el Cabo de Gata, millones de andaluces que siguen haciendo Andalucía más allá de Despeñaperros…
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Esa es una verdad como un templo. Hay que mirar abarcando todo el paisaje porque sino, es muy fácil equivocarse.
Un abrazo, Andrés.
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Esta es la moraleja de la vida diaria. En nuestra ignorancia todos somos batalladores, agresivos, pendencieros y discutidores por naturaleza, cada uno de nosotros sosteniendo una idea distinta de la realidad.

Un abrazo, María y buen fin de semana.
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